OTRA PIEDRA EN EL CAMINO

Han pasado muchas cosas en estos últimos 15 años…

Al principio éramos muchos. Teníamos mucha energía y muchas ganas de entrenar y de aprender.

Recuerdo que nos machacábamos tanto que una vez incluso un compañero pasó la noche con fiebre y sudores de lo hechos polvo que acabamos. Pero al día siguiente, todos de nuevo al tatami.

Algunos días de invierno el frío era tal que acababa casi tiritando en los momentos de pausa. Y, en verano, el keikogi acababa totalmente empapado en sudor y costaba incluso mantener el aliento.

A veces cuesta llegar a todo, y es que conciliar trabajo, familia y ocio con la dedicación que la Ryu-Ha merece es algo dificultoso.

Creo que a estas alturas las agujetas, el cansancio y la falta de sueño forman parte de la rutina.

Con el tiempo, muchas personas se quedaron en el camino. Algunas se despidieron, otras no. Algunas fueron amables, y otras quisieron hacer daño.

Me acuerdo mucho de la gente…

Un día, en uno de nuestros viajes a Japón, Dōshi José Miguel Martínez Barrera me regaló una pulsera del maravilloso templo de Sanjusangendo («el templo de los 1.000 budas»). Y me dijo: «Uchi, ponte esta pulsera todos los días a partir de hoy, ya que cuando haya cumplido su objetivo, se romperá sola».

Y así lo hice.

Un tiempo después vino la pandemia del Covid. Mi vida y la de mi familia cambió bastante (así como la de muchísima gente), y en casa tomamos una decisión que cambiaría mucho el rumbo que hasta entonces teníamos establecido.

Una vez en nuestro nuevo hogar, tras haber luchado muchísimo por ver cumplido nuestro nuevo proyecto de vida, la pulsera se rompió, liberando y esparciendo todas las bolas por el suelo.

Negándome a aceptar el fin de aquél objeto que tanto cariño y aprecio le tenía, intenté buscar todas las bolas que lo componían (era como un Mala de pulsera) para poder volver a montarlo, pero hubo una bola que jamás encontré, y no quise arreglarlo ni volver a llevarlo.

Se rompió un día de Agosto de 2024, y yo no lo sabía, pero analizando bien lo que pasó justamente ese día, podemos considerar que la pulsera realmente había cumplido su propósito.

La llevaba siempre conmigo…

Bueno, pues sí, han pasado muchísimas cosas. He sufrido, pero también he disfrutado.

El pasado sábado 22 de Febrero se quiso darme un precioso regalo, pero también una de las responsabilidades más grandes que creo que tendré nunca.

Fui nombrado Sucesor de la Ryu-Ha, viendo así cumplido el deseo de mi querido Dōshi, cosa que es lo que más feliz me hace.

Ahora me toca a mí seguir caminando y seguir trabajando para merecerlo.

La gran fortuna que tengo es que estoy rodeado de muy poca pero muy, muy buena gente, buenísima. Si me lo permitís, os diré que son la mejor compañía que podría tener. Seguro que me ayudarán a seguir guiando el camino.

Simplemente, otra piedra en el camino…